Patricia Vallejo

El Síndrome del Impostor

Ilustración de Etiam.

Odio sus reacciones y la cara de incredulidad que ponen. Abren los ojos y la boca en una mueca absurda cada vez que lo confieso. «¿Eres escritor?» preguntan aún con esa estúpida expresión en la cara. ¿Tú qué sueles responder ante esa pregunta? Seguro que lo mismo que yo: con evasivas. Retrocedes ante tu afirmación ya que esas miradas escépticas y perplejas, que se te clavan como puñales, quizá tengan razón. ¿Cómo voy a ser escritor si no he publicado nada y, encima, me dedico a otra cosa que nada tiene que ver con escribir?

Así que, lo que decía antes: reculas. «Me gusta escribir, pero solo es un hobby» respondes tímido y con el rabo entre las piernas. Por culpa de esas miradas de desaprobación no nos reconocemos como escritores ni ante nosotros mismos. ¿Tenemos miedo? Puede que solo minimicemos nuestra profesión, la de corazón, por no tener que dar respuesta a otras preguntas que vendrían después: «¿qué has escrito?», «¿por qué lo haces?». Y un largo etcétera.

Si te sientes identificado con estas situaciones siento decirte que sufres el Síndrome del Impostor. Escribimos, y sentimos que lo hacemos a todas horas, pero, a la vez, nos bloqueamos ante la hoja en blanco por un miedo brutal a hacerlo mal. Miedo a no estar a la altura. Nos comparamos con otros, ya sean escritores de éxito o no, y creemos que nada de lo que escribimos vale la pena. Por ende, corregimos y tachamos hasta prácticamente volver a quedarnos con la hoja en blanco, casi impoluta de nuevo.

Incluso llegarás a pensar que las expectativas que tienes en la cabeza nada tienen que ver con lo que en realidad escribes. Y es que el síndrome del fraude y del impostor vienen a ser lo mismo y están directamente relacionados con esa dichosa palabra que algunos no saben ni pronunciar. Aquella que nos hace posponer lo que queremos escribir por actividades irrelevantes pero que nos abstraen de nuestra obligación de escribir. Ya sea perder tiempo en las redes sociales o limpiar el polvo concienzudamente. Hablo de la procrastinación. Y es que ese concepto, el del impostor y el fraude están eternamente ligados entre sí, como los Mods y el Northern Soul, pero eso es otra historia.

No nos damos cuenta de que procrastinar por el miedo a enfrentar nuestro trabajo como escritor nos genera más estrés, ansiedad y frustración que el no escribir. Dudar de nuestras capacidades nos genera inseguridad y culpabilidad a partes iguales; la pescadilla que se muerde la cola. Nos seguimos auto saboteando, amigos. ¿Ganarte la vida como escritor? Qué chiste, ¿verdad? «¿Cuánto hay que escribir para convertirte en escritor?», te preguntarás también. «¿Tienes que haber publicado para sentirte convencido?», «¿auto publicado sí o no?».

No hay carrera universitaria para ser escritor, o novelista. Aunque muchos lo crean no, no somos ingenieros de las palabras. Y no nos da de comer, seamos sinceros también. Tienes un trabajo normal a jornada completa que te da un sueldo fijo y compaginas obligaciones con despertarte antes cada día o acostarte después para sacar tiempo para escribir, o ambos. Logras arrancar minutos al reloj, aunque tengas que buscarlo hasta de debajo de las piedras. Porque la vida adulta sin tiempo libre no da para más. También renuncias a tiempo con amigos tomando una caña, o de ir al cine o lo que sea. Tiempo de ocio y planes a los que renuncias por escribir. Por ese hobby que muchos no entienden. Tiempo, tiempo, tiempo; tan medible y tan caro a veces que podría equipararse con el precio del oro.

«¿Por qué darle tantas vueltas si lo que escribo no va a llegar a ningún sitio?» te dices de nuevo. Ay, ese maldito impostor. «Escritores son los otros, los que yo leo, los que ganan premios, los que publican. No yo». Continúas obcecado. Pero si no lo intentas nunca lograrás tener confianza en lo que escribes. Si lo piensas tan solo por un segundo te darás cuenta de que no dejamos de aprender y de experimentar con todo lo que nos rodea, nos convertimos en observadores. Escribimos a todas horas, como decía al principio, vemos historias dignas de contar en cada una de las personas con las que nos cruzamos. Apuesto a que siempre vas con un cuaderno y un bolígrafo y que apuntas todo lo que te llama la atención. Si de verdad quieres ser escritor, piénsalo de esta forma: solo vivimos una vez, así que inténtalo. El «no» ya lo tienes.

Solo llegan los que perseveran y los que tienen fuerza de voluntad en seguir hacia adelante. Porque ese hobby no solo es sentarse delante de la hoja en blanco, así que basta ya del auto sabotaje. Ser escritor es un acto de valentía. Algo que pocos comprenden. Somos atletas de las palabras, el trabajo previo de idear, imaginar o investigar es nuestro entrenamiento. En vez de despertarte a las seis de la mañana para salir a correr o hacer pesas te preparas un café bien cargado y te sientas delante del ordenador. Esto de escribir es una carrera de fondo.

Lo único que puedo decirte o aconsejarte si quieres llegar a la ansiada meta es que escribas con verdad. No te fijes en modas o en lo que se lleva ahora mismo. Olvídate de todos y de todo. Céntrate solo en ti y en lo que te pide el cuerpo o tus personajes. Escribe de lo que te salga de las entrañas, sobre lo que a ti te mueva sin importar el qué dirán. Sobre lo que tú quieras contar. Lo que piensen los demás no te tiene que afectar en ningún ámbito de tu vida, mucho menos a la hora de escribir. Así que déjate de impostores, de fraudes o de procrastinar. Escribe. Escribe escribe escribe. Escribe o te arrepentirás de no hacerlo, porque conformarse es otra forma de morir. Y recuerda: no hay textos perfectos. Ni siquiera la vida lo es.

Publicado en Tribuna Ávila.

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