Creo que no es un secreto que quiero ser escritora; llevo años queriendo serlo, pero es ahora cuando me he decidido a volver a intentarlo. Para ello, aunque parezca mentira, uno de los primeros pasos que hay que dar para convertirse en escritor es el de leer. Leer y leer. No solo por gusto, también hay que leer con ojos de escritor para aprender e incluso copiar; o dicho de un modo que suene mejor: dejarse influenciar por los grandes escritores.
Uno de mis autores favoritos en ese sentido es Henry Miller. Mi primera toma de contacto con él y con su mundo literario fue con Trópico de Capricornio y confieso que me encantó su estilo. Sí, lo sé: El primero es el de Cáncer, pero ¿qué voy a hacer si el primero que encontré en una librería de segunda mano fue el de Capricornio? Después pasé mi tiempo libre con Trópico de Cáncer, Sexus, Nexus y Plexus; y ahora he terminado de leer Primavera Negra, que es su segunda novela. Un nexo entre los dos Trópicos y que podría englobar con ellos una trilogía. Yo no estoy de acuerdo con eso, para trilogía la de la Crucifixión Rosa.
Ya he dicho que el neoyorkino es uno de mis escritores favoritos, pero me ha costado terminar esta novela, y mira que estoy familiarizada con la prosa y el universo Milleriano; pero es denso como él solo. Aunque no sirva de excusa, la lectura de esta novela me cogió en pleno confinamiento y quizá no estaba todo lo concentrada y receptiva que hubiera podido estar en una situación normal. Es una lectura difícil si no estás muy metido en su mundo y familiarizado con su imaginativa forma de escribir. Es imposible que te deje indiferente; o lo amas o lo odias como decía antes. Aunque si lo amas, como en mi caso, también hay momentos en que lo odias… por denso. Algunos pasajes son demasiado experimentales, pero es que de eso trata la literatura: de vivir, experimentar y aprender. Por ejemplo, una de las cosas que más me gustan de este autor son sus constantes referencias al mundo del arte y la literatura, a la Vanguardia Artística y Dostoievski. En esta novela de hecho hay muchos pasajes de surrealismo literario; en el capítulo tres hace un cuadro surrealista como si fuese el mismísimo Dalí. El surrealismo literario es claro y evidente desde la página 157 en adelante; es un claro ejemplo de escritura automática.
Pero al fin lo he acabado y ha habido pasajes que he disfrutado muchísimo. Y como siempre que acabo una lectura de Henry Miller me quedo con el sabor de boca de que he aprendido algo de mí misma y de mí como escritora. Es un genio que habla del ser, que te hace reflexionar y que cuestiones lo establecido.
También me ha llevado hacia una personal retrospectiva hacia mi pasado, presente y futuro; ya que eso es lo que él mismo hace en esta novela. Los capítulos que forman la obra incluso podrían ser relatos independientes, pero con el hilo conductor de los mismos personajes. Me encantan los saltos en el tiempo hacia sus recuerdos de infancia en Nueva York, el cómo divaga sin parar y cómo enlaza luego de nuevo al presente en París como un mago de las palabras.
Con sus descripciones logra contagiarte de su mundo y hace que quieras estar en los lugares decadentes que describe, pero que desprenden encanto. Todos sus personajes son bajos, rastreros, de esos de quien hay que desconfiar nada más verlos. No hay cabida para la bondad o los buenos actos; como si en la propia vida de Miller nunca hubiesen tenido cabida. Hace caricaturas grotescas de la sociedad; sus personajes están completamente estereotipados. Además, relata como nadie la mezquindad y las artimañas de la sociedad, de los pícaros. Describe los vicios, virtudes y defectos del ser humano. En las novelas que he leído suele hacer referencia a las luces brillantes de Nueva York, y siempre que lo hace para mí es inevitable recordar la canción NYC de Interpol, creo que esa canción en cierto modo está influencia por Miller y también describe de forma fiel ese ambiente decadente de Nueva York.
Volviendo a Primavera Negra, he de decir que sigue fielmente su estilo tan personal, delirante hasta decir basta; muy descriptivo y con una verborrea increíble. Narrado en primera persona donde se ve a un Miller insolente y desvergonzado. Te puedes imaginar su vida con pelos y señales; te puede encantar y maravillar como personaje o parecerte lo más vil y despreciable que haya en el mundo. También como escritor lo amas y otras te aburre; es bueno e insufrible a la vez, como me dijo mi escritor favorito. Pero me encantan sus descripciones imaginativas y las enumeraciones vertiginosas, ingeniosas, virales, locas. Es moderno incluso hoy; es loco, sexual, sucio… Y es que no por nada es un claro antecedente de la Generación Beat; después de adentrarme en el universo Miller no me cabe duda de que ellos le deben muchísimo a este autor.
Como apunte final quiero apostillar que me gusta que encabece su verborrea con una frase de Unamuno, pero lo que me encanta es la dedicatoria:
Para Anaïs Nin.