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Como si de las grandes noches de fútbol europeas se tratará, la Maravillosa Orquesta del Alcohol -siete chavales burgaleses con una corta pero intensa carrera- tras más de 180 conciertos a sus espaldas vieron recompensando su esfuerzo con un lleno absoluto durante tres noches en la mítica sala El Sol de Madrid.

Con los primeros acordes de Live Young, Die Old comenzaron a alzarse las primeras voces.

Mientras tanto, comenzó el desfile. Camisetas blancas y vaqueros inundaron el escenario y con ellos se inició la fiesta. Gipsy Queen haría el saque de honor para dar paso a Masters y Just Sing Loud, temas de sus anteriores publicaciones.

Canciones, o mejor dicho, himnos como 1932 llevaron a los últimos rezagados a unirse a la celebración. Intensidad máxima y emoción es lo que se veía reflejado en las caras de la gente. Público entregado que hacía que sobre el escenario disfrutaran aún más.

Jamás AC DC había sonado a soul hasta aquella noche, saxo de por medio, reinterpretaron It´s a long way to the top. Versiones valientes como esta se uniría a la de Neil Young o al 59′ Sound de Gaslight Anthem.

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Era imposible frenar la euforia colectiva pero David Ruiz, tímidamente pidió que se hiciera el silencio para cantar La cuerda floja, para que sonara “tal y cómo él se la imaginaba cuando la compuso en su habitación”. Tras esto, se volvería a desatar la locura.

¿Quién nos va a salvar? serviría para reiniciar la marcha y avivar la llama. Un público ya desatado se entregaría a la causa que tocaba a su fin con Gasoline.

En definitiva, tres noches, 180 minutos de diversión y emoción a partes iguales. El partido terminó y se llevaron a casa el mejor recuerdo: el reconocimiento de una abarrotada sala que les ovacionó, dejando a algunos, como a una servidora, con ganas de más.

 

 

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